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Cinco lecciones político-electorales que nos deja 2019

  1. «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud»

Fueron muchas las personas que expidieron el acta de defunción de los dirigentes y las organizaciones que conforman el espacio político de Unidas Podemos. La muerte prematura del espacio, convertida en axioma por analistas de diversa índole, animó a iniciativas políticas variopintas que parecieron más un «sálvese quien pueda» que enmiendas estratégicas al espacio de la izquierda. Pero contra todo pronóstico Unidas Podemos ha conseguido resistir embates sin parangón a diestra y siniestra, resistencia que le ha permitido romper una barrera política, cultural e institucional instalada en España desde hace más de 80 años. A partir de ahora se abre un escenario con menos garantías y más riesgos, pero tenemos que reconocer que Pablo Iglesias y Alberto Garzón acertaron en sus apuestas estratégicas. No es poco en tiempos de crisis atravesados por tantas contradicciones y tanta incertidumbre. Una lección política involuntaria del inefable Camilo José Cela: «En España, quien resiste, gana».

  1. España ya es otro país

Existe un consenso importante en sociología electoral sobre la tendencia hacia la concentración bipartidista-mayoritaria en casos de repetición electoral. Esta era la principal esperanza de quienes veían en el 10-N una oportunidad para volver a los viejos parámetros de «gobernabilidad». Sin embargo, eso no ocurrió, y no tanto por cuestiones operativas de campaña (buen o mal desarrollo de estrategias, etc.) sino porque España ha cambiado y la electoral es la expresión última de este cambio. Seguiremos asistiendo a una recomposición fulgurante del panorama político, en el que incluso pueden entrar nuevos actores y por supuesto otros tantos pueden desaparecer, pero no volveremos al viejo bipartidismo porque éste al final era la expresión de un amplio consenso en torno a «lo político» que se rompió con la crisis. De momento no hay visos de su recomposición.

  1. Los experimentos electorales con altos índices de desafección «antipolítica» son peligrosos

En noviembre se daban todas las condiciones posibles para un avance importante de la extrema derecha. Algunas de las más evidentes eran la crisis territorial, que trastocó la psique nacional, o el descrédito político, con tintes inevitablemente reaccionarios tras el intento infructuoso de cambio democrático-popular en 2015-2016. En un contexto tan agitado, la estrategia del «cierre de filas» habría resultado exitosa si la respuesta del independentismo se hubiera canalizado por cauces estrictamente institucionales. Frente al «desafío» de una institución se espera la respuesta de la institución superior, que debe ser capaz de erigirse como representante de los intereses generales. Pero si el «desafío» se lleva a la calle en aquellos términos, se espera la respuesta de los jueces y de los antidisturbios. El antagonismo no se genera con la institución superior, sino con dos de los aparatos que en buena medida dirigen la crisis de Estado hacia posiciones por todos conocidas. ¿Qué partido expresa políticamente con mayor nitidez dichas posiciones?

  1. En un sistema multipartidista ganan quienes mantienen o conquistan posiciones determinantes

Vox ganó las elecciones de noviembre durante 36 horas gracias al shock que significó su avance electoral. Sin embargo, el abrazo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias supuso un nuevo giro «emocional» que cambió los parámetros del debate. Unidas Podemos se erigió como uno de los grandes vencedores del 10-N porque, más allá de porcentajes y diputados, logró mantener una posición determinante en la conformación de cualquier gobierno de izquierdas. La resistencia en dicha posición obligó al PSOE a aceptar la nueva realidad española. En un sistema multipartidista tus votos tienen que valer y tienes que hacerlos valer. Aunque algunos sectores de la izquierda arrastren una cultura determinada en torno a «la cuestión de gobierno», la gente suele superar algunos debates con más soltura, de ahí el apoyo masivo a la propuesta de gobierno de coalición. En España ningún partido volverá a sacar mayoría absoluta, por lo que todos deben intentar moverse con agilidad asumiendo que toda alianza conlleva riesgos pero hoy el mayor riesgo es el aislamiento que, irremediablemente, conduce a la irrelevancia. En un sistema multipartidista, por cierto, tan importante es quedar en primera posición como la distancia respecto a la segunda fuerza política. Este es el dilema estratégico que, de momento, la derecha no sabe cómo resolver.

  1. Sin un posicionamiento firme, nítido e inteligible ningún espacio político sobrevivirá

En un sistema multipartidista, por definición, la oferta política y por tanto la competición son mayores. Cada espacio político debe cuidar escrupulosamente su posicionamiento, pudiendo responder fácilmente quién es, qué pinta y para qué sirve. No es casualidad que la mayoría de fuerzas que están desapareciendo en todo el mundo se situaran principalmente en posiciones «moderadas». Cuando Pablo Iglesias en abril llamaba insistentemente al gobierno de coalición, con algunas reticencias lógicas dentro de la izquierda, lo que intentaba era reforzar el posicionamiento de Unidas Podemos en un escenario en el que, obviamente, no podía aspirar ni a la victoria ni al «sorpasso». Sin un posicionamiento sólido especialmente el resultado de noviembre habría sido un desastre y, con independencia de éste, el gobierno de coalición no habría sido posible. Por otro lado, Ciudadanos es el ejemplo paradigmático de un posicionamiento desdibujado. Algunos de sus dirigentes reconocen que todavía no se explican el porrazo, pero bastaría con que se preguntaran para qué sirven. En este caso es tan sencillo como eso. Con una estrategia errática y un discurso exaltado sembraron la cosecha que finalmente recogió Vox. Para más inri, intentaron un giro a la desesperada en el último minuto que fue interpretado como una autoenmienda. En este mundo competitivo siempre habrá alguien más listo y más guapo que nosotros, más nos vale, al menos, saber quiénes somos en todo momento. Seguimos.

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