Desde la misma noche de las elecciones andaluzas del 25 de marzo asistimos a una tromba de opiniones e injerencias (tanto internas como externas) con el propósito de influir sobre la decisión que IU adopte ante el nuevo escenario político abierto en Andalucía. La maquinaria mediática, mayormente al servicio del PSOE, se puso en marcha desde el minuto 0 y consiguió sembrar el desconcierto y la confusión especialmente entre los militantes de IU, que han recibido más información de los medios que de su propia organización. IU perdió nada más empezar la primera batalla de la guerra de correlación de fuerzas que supone toda negociación. No sólo fue con unos resultados muy inferiores (“tan sólo” 12 diputados), sino que además fue y va atada de pies y manos.
Es en los momentos complicados como en el se encuentra IU Andalucía donde se ve la capacidad de liderazgo de cada dirigente. Una de las cualidades indispensables que tiene que tener un dirigente (o líder en una sociedad mediatizada) es la prudencia. La prudencia suficiente para que la situación no se le escape de las manos y la calma suficiente para no sembrar o permitir que se siembre el caos entre sus militantes. Sin prudencia y sin calma no se puede hacer un análisis correcto; sin prudencia y sin calma no se puede extraer la voz original de los ecos.
Dije en un anterior artículo titulado Lo que no debe olvidar IU Andalucía que la opción de pacto de gobierno con el PSOE se presentaría con más fuerza de lo que a mi juicio debiera y que de ser así entrarían en conflicto otros intereses que no permitirían estudiar con la exhaustividad que merece la ocasión las otras opciones. Tanto ha sido así que algunos han perdido el norte y como por arte de biribirloque han olvidado algunos conceptos básicos de los cuales, incluso, se consideraban rehenes.
Un dirigente -o militante- es digno de considerarse como tal cuando es capaz de sostener la misma línea política y discursiva todos los días del año; en campaña, en negociación, en oposición y en gobierno. Una organización es más digna cuanto menos distancia, en todos los aspectos, hay entre la dirección y la militancia.
La Casa Común y la Unidad de Acción de la Izquierda
El término izquierda no dice absolutamente nada si detrás de él no hay un programa y unas propuestas concretas. Decía Lenin (algunos lo seguimos reivindicando sin ruborizarnos) que a una persona de izquierdas hay que mirarle las manos, no la boca. Casi en el mismo sentido dijo ese buen hombre llamado Jesucristo que por sus actos los conoceremos.
La simbología, las siglas y las liturgias están muy bien para determinados momentos pero no dictaminan la ideología o la línea política de un partido. Lo que sí la dictamina son sus hechos, sus acciones, sus políticas concretas, hoy en día ya ni siquiera vale el programa ya que éste no representa ningún tipo de contrato con el elector, es un sucio guiñapo.
Desde tiempos inmemoriables, o lo que es lo mismo; desde que la progresía de bien ha temido un ascenso del o los partidos a su izquierda, se empezó a construir el mito de la Casa Común y de la Unidad de Acción de la Izquierda. Estas construcciones místicas vienen a decirnos en realidad algo así como que la izquierda y sus diferentes partidos deben juntarse cual refrito de siglas con tal de “parar a la derecha”. Por otro lado la perogrullada de la unidad, per se, la subscribiría toda persona de izquierdas ya que con la unidad venceremos y ante un enemigo tan ferozmente organizado no caben los egos y los purismos.
Ahora bien, estas ideas de Unidad y Casa Común son cuentos chinos principalmente por dos cuestiones de base: la primera y más fundamental es que toda Unidad de Acción de la Izquierda se debe basar en un Programa, no en cuestiones abstractas ya que los debates sobre lo concreto nos unen o nos ponen a cada uno en nuestro lugar; la segunda es que “la derecha” no es sólo quien la representa simbólicamente, es, en resumen, quien hace políticas de derechas.
Estas dos cuestiones básicas ponen de relieve la imposibilidad de formar una Casa Común y la Unidad de Acción con el PSOE, pues éste hace ya mucho tiempo que se pasó a la orilla del capitalismo, es decir de la miseria y la explotación, de esos entes intangibles hoy llamados ‘mercados’. No creo necesario soltar una retahila de traiciones y políticas de derechas cometidas por el PSOE. Basta simplemente con lanzar dos preguntas al aire: ¿el PSOE está dispuesto a enfrentarse a la dictadura financiera del capital? ¿el PSOE está dispuesto a abrir la brecha o a cementarla?
No caer en la reacción
Dentro de la izquierda pecamos de algunos vicios propios de la derecha. El fascismo es la negación máxima del pensamiento. Para Franco todos eran comunistas, ya fueran socialistas, anarquistas o liberales. Hoy en día vemos cómo gente de izquierdas cae en esa misma actitud y no es capaz de vislumbrar distintos grados de derechización. A veces caemos en el error y acusamos de fascista a cualquiera que no comulgue con nuestras ruedas de molino. Eso nos pasa básicamente cuando no tenemos los argumentos suficientes como para dar la batalla intelectual. Olvidamos con facilidad que la revolución empezará cuando las mentes se despierten y piensen y que para eso es necesario que algunos sacrifiquen su tiempo y estudien mucho.
Si a estas actitudes le sumamos el ego y la pureza de la izquierda obtenemos como resultado un izquierdismo (entendiendo ésto como la enfermedad infantil que describió Lenin) muy barato y muy simplista. Personalmente siempre he sido un ferviente defensor del discurso de las dos orillas, creo que PP y PSOE están en la misma orilla, ambos son enemigos de la clase trabajadora pues ambos son partidos capitalistas o serviles al capitalismo. Ahora bien, ¿podemos decir que PP y PSOE son lo mismo? No.
PP y PSOE están en lo mismo, pero no son lo mismo. Sus diferencias en temas económicos son de escasas décimas, pero cabe recordar que un partido no son sólo sus dirigentes, sino también sus militantes y sus votantes, por ejemplo. Todos tenemos conocidos que se consideran y son, en la práctica, personas de izquierdas y votan al PSOE. Forma parte de la alienación, de la hegemonía política y cultural del capitalistmo y de sus consiguientes consecuencias; véase la Ley Electoral o el votar al caballo ganador.
Un pacto, sea con quien sea, no es malo en sí. Lo que lo califica es su contenido. Los comunistas, desde tiempos del propio Lenin buscamos alianzas y huimos del sectarismo y del izquierdismo tan común hoy en día por la falta de perspectiva. La realpolitik comenzó con el pacto de Ribbentrop-Mólotov. Ese mismo pacto fue utilizado y sigue siendo utilizado como punta de lanza hoy en día por cierta izquierda pura, pero lo cierto es que gracias a ese pacto los soviéticos ganaron la guerra y libraron al mundo de la amenaza nazi.
… ni en la servidumbre
Es una lógica incuestionable: IU sube cuando “radicaliza” su discurso. Consiguió los mejores resultados electorales cuando se “separó” del PSOE, hecho que le hizo tener que soportar inefables campañas mediáticas como la de la “pinza”. Perdió cuando ella misma se creyó e interiorizó dichas campañas. Llegaron las palmas al PSOE y casi desaparece. Volvió a atreverse, aunque fuera tan sólo un poquito, y volvió a crecer. En Andalucía se juega parte de su futuro; se mostrará al resto del Estado como muleta o como alternativa. Si se muestra como alternativa seguirá creciendo y probablemente alcanzará cotas históricas. Si cae en la trampa y no se libera de sus complejos perderá o, en el mejor de los casos, se estancará.
El éxito de IU especialmente en las dos últimas elecciones (generales y autonómicas) se debe principalmente a la efectividad de su campaña, directa, frente al bipartidismo. Con una crítica no muy mordaz pero sí efectiva y constructiva IU ha sabido situarse en la otra orilla. Podemos afirmar que la mayoría de votantes de IU no quieren que gobierne el PP, pero del mismo modo podemos afirmar que la mayoría de votantes de IU no quieren regalar sus votos al PSOE del paro y la corrupción, mucho menos a cambio de nada o de migajas.
IU debe profundizar en su refundación y debe convertirse radicalmente en un proyecto federal, republicano y anticapitalista. Dicha refundación y, obviamente, dicho proyecto es incompatible con la sumisión al PSOE que supondría pactar con él a primeras de cambio. Una de las cualidades más importantes que tiene una organización política, especialmente una de izquierdas, es la coherencia entre sus palabras y sus hechos. El pueblo llegado el momento no evalúa buenas intenciones sino hechos.
Nadie puede asegurar acertar, pero sí no equivocarse
Debido a nuestro contexto político-social, IU se encuentra en una encrucijada permanente: como Paco Ibáñez, haga lo que haga lo van a considerar mal. Sin embargo, por supuesto que existen garantías para que IU no se equivoque. Lo primero es entender que se debe única y exclusivamente a sus militantes y a sus votantes. A nadie más. Lo segundo es convocar todas las asambleas abiertas y participativas posibles para, posteriormente, convocar un referéndum vinculante y limpio, sin coaccionar a nadie. En este punto los militantes deben estar a la altura y hacer oídos sordos a los cantos de sirena. Decía Diamantino, el cura de los pobres, que lo único bueno que viene de arriba es la lluvia.
La corrupción (de todos los tipos) es algo innato del sistema capitalista. Es vergonzoso y repugnable pero relativamente “normal” que a algunos dirigentes se le hagan los ojos chiribitas al divisar una consejería, un sillón y 30 segundos de protagonismo en el telediario. Es una obligación de los militantes de base marcar la dirección política de su organización. Es tarea, pues, de los militantes de base reconducir la situación y ponerle algo de sentido común al proceso abierto tras el 25-M. No valen llantos ni pataleos infantiles. No valen los “si hay pacto me salgo”. Lo que vale es opinar, hablar, escribir, moverse, intentar convencer al resto.
La tarea de la izquierda: construir hegemonía
No digo nada nuevo si afirmo que el principal obstáculo de la izquierda transformadora es quien usurpa su lugar recogiendo votos con la mano izquierda, haciendo políticas de derechas y taponando el posible auge de los que aspiran a subvertir el orden. Es decir, el principal obstáculo de la izquierda transformadora es el PSOE, primero por su condición de “caballo de Troya” y segundo porque comete políticas de derechas con el doble delito de cubrirse en unas siglas y en una historia de izquierdas. Hay que recordar que el sentimiento es recíproco y el enemigo del PSOE es IU: no cambiaron la Ley Electoral porque siempre han preferido que gane el PP a que IU suba. Sin ir más lejos, con una Ley Electoral proporcional el PP hoy no tendría mayoría absoluta.
Puede no gustar, pero lo cierto es que si IU sube lo haré “a costa” del PSOE. Hoy, la primera y más indispensable tarea de IU y de la izquierda en general en construir la hegemonía de la que hablaba Gramsci. Primero en la calle y luego, si eso, en el parlamento. Nos toca leer la situación y preguntarnos: ¿cómo construimos hegemonía? ¿cómo abrimos un proceso constituyente que desemboque en un nuevo escenario?
Daniel Mari Ripa, en un fantástico artículo publicado en El Viejo Topo 285 nos dice que el PSOE es una estaca sobre la cual tenemos dos opciones: debilitarla o derribarla. Si no se encuentra lo suficientemente debilitada e intentamos derribarla lo único que puede pasar es que se produzca un efecto boomerang que termine yendo contra nosotros. Para mí, un ejemplo de ésto último fue, o será, la decisión soberana (lo que dicen las bases va a misa) de IU Extremadura. El PSOE se debilitó pero no lo suficiente, ni mucho menos, como para darle la estocá que podría haber significado dejar que el PP gobernara.
¿Cómo debilitar al PSOE para construir hegemonía y erigirnos como alternativa? Griñán nos ha dado una pista: dice que no aceptaría sólo un pacto de investidura. Esto, para los que somos menos avispados, quiere decir que lo peor para el PSOE sería un gobierno en minoría por razones obvias. Esta opción los debilitaría mucho pero cuidado porque es posible tensar la estaca más de la cuenta y que se produzca el efecto boomerang, que es exactamente lo que pasó en la propia Andalucía años atrás. Hay que saber hasta dónde tensarla y cuándo intentar derribarla. En un gobierno en minoría del PSOE, si IU no tiene cintura, convocarían elecciones anticipadas alegando inestabilidad y, de nuevo, IU se hundiría. Primero debilitar, luego derribar.
Ahora bien, si una fuerza política que aspira a transformar la sociedad no es capaz de administrar una oposición para salir beneficado ante un gobierno en minoría, se puede retirar. Es la opción y la etapa más difícil pero IU en su historia siempre ha ganado cuando se ha arriesgado. IU tiene que volver a correr riesgos, situarse enfrente del bipartidismo para construir hegemonía y perspectiva de alternativa, salir a la calle pero también dar ejemplo en las limitadísimas instituciones.
Empezar en Andalucía
La Casa Común y la Unidad de Acción de la Izquierda son dos cuestiones imposibles de desarrollar junto al PSOE porque deben basarse en un programa alternativo y anticapitalista. No podemos caer en la reacción y beneficiar al PP con tal de perjudicar al PSOE, mucho menos podemos sucumbir ante las mieles que ofrecen los que han convertido a Andalucía en un cortijo. IU se debe a sus militantes y a sus votantes, ellos deben marcar el camino a seguir. La tarea inmediataba de IU es construir hegemonía y eso significa que no puede salvar al PSOE de la quema, sino que debe desligarse radicalmente de él.
Este conjunto de premisas o conceptos básicos simplísimos nos dicen que IU lo que debe hacer es apoyar la investidura de Griñán a cambio de unos cuantos puntos programáticos y pasar, automáticamente, a la oposición. Desde la oposición debe forzar al PSOE para que haga políticas de izquierdas y debe tener cintura y vista para que no se produzca ningún efecto boomerang. Esta es mi opinión.
2 Comments
Ciro Rojo
16/04/2012 at 21:41Justamente lo que pienso! Excelente reflexión camarada.
Si me permites voy a hacer referencia en mi blog publicando tu articulo en una entrada.
Manuel Morales García
18/04/2012 at 00:13Me gusta mucho tu reflexión. Sobre todo porque no parte (como muchas otras) de un apriorismo para, simplemente, buscar razones que lo justifiquen.
Coincido en casi todo, excepto en que creo que cae en la identificación pacto de cogobierno = casa común de la izquierda, es decir, en la identificación pacto=alianza que, como sabes, ando combatiendo estos días.
En tu análisis falta esa vía intermedia. La de una IU que se plantea ocupar espacios de poder, eludiendo contradicciones, para desde esos espacios de poder, construir algo que fortalezca a La Izquierda… en la línea de lo que siempre ha defendido Marta Harnecker.
Se trata de construir hegemonía en una lucha de trincheras, de posiciones, lenta, en la que hay que ir ganando espacios poco a poco. L que no sabemos a día de hoy es si la propuesta de pacto que acabemos negociando contiene elementos suficientes como para representar un avance en ese sentido o no. Ese es el criterio que, a mi juicio, debemos seguir.