• Home
  • /
  • Blog
  • /
  • Lejos de nosotros la funesta manía de pensar

Lejos de nosotros la funesta manía de pensar

Representantes del apolítico CSI-F y del apolítico UPyD
Es importante que un dirigente de una organización sepa de lo que habla, independientemente del carácter de ésta. Los tertulianos de radio, prensa o barra de bar no suelen tener la más mínima idea de lo que hablan, pero se lo pueden permitir, cosa que, a mi juicio, un dirigente no. Hay un término que se empezó a utilizar hace casi doscientos años: deontología. Es algo así como el conjunto de deberes y normas éticas que deben acompañarnos especialmente cuando realizamos una acción o tarea de manera ‘profesional’. Esa deontología es, junto a una digna capacidad intelectual, lo que, según mi opinión, diferencia a un dirigente de una piltrafa con traje.

Se habla mucho de subdesarrollo económico pero nunca oímos hablar de subdesarrollo político. Miren el panorama de nuestro país. El Presidente del Gobierno es el autor de «los hilitos de plastina», el Jefe del Estado del «no volverá a ocurrir». Es un claro reflejo del déficit político/cultural que sufrimos desde hace siglos. Cuando en los países de al lado venía la Reforma en España venía la Contrarreforma. Somos un pueblo que ha gritado «vivan las cadenas» y «muera la inteligencia». Somos el país que Carande describió como «demasiados retrocesos». Y claro, eso se paga. El cáncer de la incultura política se propaga como una metástasis desde las altas instancias del Estado hasta el pueblo llano pasando por tertulias de televisión, periódicos e intervenciones políticas y sindicales.

Esta falta de respuestas paraliza a toda una sociedad que lo que realmente le pasa es que no sabe lo que le pasa. Está harta, sabe que algo va mal pero ese descontento lejos de provocarle una sensación de rebeldía le bloquea y le hace caer en la reacción. Todos los políticos son iguales. La culpa es del de al lado, es decir, del fontanero que no hace facturas, del inmigrante y del vecino que ha vivido por encima de sus posibilidades porque tiene dos coches. Es justamente en estos tiempos de crisis, aprovechándose de la confusión y la falta de perspectiva de la izquierda, cuando surge el populismo (que per se no es malo) de derechas o bien de extrema derecha. No necesariamente llegará la Revolución en callejones sin salida; en Rusia sí, pero en Alemania llegó Hitler y en España llegó Rosa Díez.

El panorama español es desolador. Uno enciende la tele y lo mismo escucha a un tertuliano preguntándose por qué ha bajado el consumo con la subida del IVA o al representante de un sindicato diciendo que no respalda una huelga porque se trata de una huelga política. Verán, yo creo lo siguiente: sin un pueblo bien informado y bien formado, dispuesto a participar de los acontecimientos políticos, no hay democracia, hay otra cosa. Partiendo de este axioma, creo lo siguiente: la falta de información y formación es el resultado estratégico de la clase dominante para poder presentar sus intereses como los intereses generales de todos. Por último, y como conclusión creo que: no basta con que se agriete o disminuya el consentimiento del pueblo a ser sometido, sino que además éste debe sentir la necesidad de ser liberado, y para ello debemos disputar la hegemonía, lo que significa abrir frentes hasta ahora casi desapercibidos: el de la (socio)cultura, el de la información, el de lo mediático y el de lo ideológico, por decir algunos.

Empecemos tratando de explicar conceptos muy básicos y a la orden del día. Todo es política: quejarse de los recortes, de los bancos, de la subida de los precios, de la bajada del consumo y de lo malos que son todos los políticos, es política. Si tú haces una reflexión sobre lo mal que vamos o sobre el consumismo, estás haciendo política, asúmelo, no tengas miedo a pensar, a meterte en líos y, en definitiva, a la libertad, porque si no luego no tendrás derecho a quejearte: serás responsable directo o cómplice en el mejor de los casos. No hacer nada significa posicionarte automáticamente a favor de lo que está pasando, a favor de inyectar dinero público a la banca privada y a favor de más de 500 deshaucios diarios.

Sigamos tratando de explicar, por ejemplo, que la mayoría de los derechos laborales que hoy tenemos fueron conquistados mediante huelgas, incluído el derecho a huelga. Lo que se denomina «juego democrático» consiste en repartir poder, en una correlación de fuerzas en la que dos contrincantes (o más) echan un pulso. En un lado está la oligarquía, los bancos y los grandes empresarios representados por los gobernantes serviles de turno. En otra estamos la inmensa mayoría de los dominados que más allá de las discrepancias ideológicas que creamos tener, compartimos los mismos intereses: un reparto justo y equitativo de la riqueza, del trabajo y de los medios de producción. Dentro de este juego una de las bazas más importantes que podemos jugar es la de la huelga, a ser posible enmarcada dentro de una estrategia a medio plazo que comience o prosiga al día siguiente.

Cuando un político dice que los recortes son necesarios, un representante sindical dice que no respalda una huelga porque es política o un medio miente y manipula, no basta con quedarse en la mera denuncia, hay que ir más allá y presentar alternativas. Los recortes no son necesarios porque se podrían evitar haciendo una reforma fiscal progresiva y persiguiendo el fraude fiscal que asciende a 90.000 millones según los inspectores de Hacienda. Una huelga es por definición política porque sus reivindicaciones son políticas y quienes no la apoyan, independientemente de a quien digan defender, se están poniendo del lado del Gobierno, de los recortes. Los medios de comunicación son empresas privadas en manos de capitalistas privados con intereses antagónicos a los de la inmensa mayoría, por eso tienen que recurrir a la manipulación para distorsionar la realidad; y además de desmontar las mentiras nos comprometemos a dar información veraz.

Hoy la izquierda transformadora o revolucionaria tiene un amplio abanico de posibilidades y no tiene que suicidarse llevando el discurso de «yo soy la verdadera izquierda, quienes están a mi derecha son unos farsantes». Con la agudización de las contradicciones del capitalismo y el desmoronamiento de la llamada socialdemocracia, podemos dar la batalla por términos que antes no se podían disputar a la derecha (oficial y oficiosa) y que son asumidos como normalespor la población en su conjunto: con términos como democracia o soberanía y un poco de cintura se puede construir un discurso de mayorías y a la vez rupturista.

Deja una respuesta