Esta mañana anduve recorriendo librerías hasta que por fin encontré Razones para la rebeldía, de Guillermo, Willy o Willie, Toledo, convertido en los últimos tiempos por la caverna mediática -que diría Laporta- en un referente de la izquierda, pero no sólo por los ataques de la derecha, sino por méritos propios. Toledo casi desde siempre ha sido un activista de izquierdas, pero el salto a la palestra del panorama político lo dió, o mejor dicho le achucharon, tras posicionarse públicamente a favor de la Revolución Cubana. De todos es sabido que aquí está muy guay ser progre, criticar a la derecha y ese tipo de cosas, pero en el momento en que sacas la patita aunque sea un centímetro del redil socialdemócrata, te convierte en un rojo peligroso, enemigo público número 1, como Mesrine.
En la memoria queda su espectacular repaso en 59 segundos debatiendo sobre Cuba a politicastros como Moragas o gusanos como la persona de sexo femenino que ni hablaba -rumiaba en realidad- ni dejaba hablar. Y en la memoria quedará toda su trayectora activista y política cuando tengamos que hablar, ahora o dentro de décadas, de cineastas comprometidos o personajes públicos comprometidos en general.
Es cierto que ni puede -o eso creo- ni nunca ha dado lecciones de política o ideologías, no es un gurú del marxismo, pero su activismo y su valentía a la hora de mojarse públicamente es encomiable y es de recibo que todas las personas que compartamos en mayor o menor medida sus ideas, le reconozcamos su valía. Algunos sabemos que sí, que es muy fácil ser el más revolucionario por el Facebook o en un blog, pero en la calle, empuñando un micrófono y bajo la atenta mirada de otras personas, es más difícil.
Razones para la rebeldía no es un libro político, no profundiza en las contradicciones intrínsecas del capitalismo, tampoco es un libro en el que se busca el insulto fácil y el discurso incendiario; es un libro en el que Toledo expone su punto de vista sobre temas que conciernen a nuestra sociedad, desde los entresijos de la industria cinematográfica hasta el excesivo poder de la Iglesia pasando por la poca vergüenza de la pacifista Carme Chacón.
En definitiva, éste, aunque nada del otro mundo, me parece un libro interesante, a pesar de «sólo» haber leído unas 90 páginas (del tirón, eso sí). En cualquier caso, sé que muchas personas lo leerán por el mero hecho de que, como él mismo reconoce en el libro, los personajes públicos que son capaces de mojarse en aras del cambio, nos caen bien. O más bien de lo normal.