Hoy, en el Consejo Político Federal de Izquierda Unida, Cayo Lara ha dicho que no se presentará a las primarias abiertas que la organización llevará a cabo dentro de unos meses para elegir el candidato o candidata a la Presidencia de España. Cuando le preguntaban en los medios sobre esta posibilidad, sin adelantar acontecimientos, sonreía. Se creían que estaban hablando con un cualquiera, con uno de esos que antepone lo individual a lo colectivo. Pero Cayo nunca ha dejado de ser un agricultor de pueblo, que tuvo que dejar de estudiar pronto para trabajar en el campo y que, desde abajo y sin pasar por el aro, ha ido haciendo lo mismo que ha hecho siempre pero en otros sitios. Alguien así, por mucho que “suba”, se irá como vino, en este caso con la cabeza bien alta y dando lecciones de dignidad (y lo más importante: sin presumir de ello). Aunque hay que aclarar que todavía no se va, ni muere, simplemente no será el candidato de IU, pero seguirá siendo el coordinador. Y falta que hace. Basta con mirar, más allá de tendencias electorales, qué era IU en 2008 y qué es ahora. Los que conocemos a IU por dentro sabemos que, independientemente de lo que pudiera pasar mañana, ha hecho un gran trabajo. Lo que queda no es poca cosa: hacer de IU una parte imprescindible de la revolución democrática. En otras palabras: impedir que la transformación quede en transformismo, es decir, asegurar que en España no solo haya un cambio de caras y actores, sino de escenario. Un proceso constituyente con el socialismo como horizonte.
La historia tiene estas cosas. Mientras se producía la mayor etapa de corrupción en este país (entre 1998 y 2007), curiosamente cuando el bipartidismo y “los políticos” estaban mejor valorados que nunca, Cayo se recorría los pueblos de la Mancha en una moto para explicar la burbuja inmobiliaria y se peleaba con el constructor El Pocero (amigo de José Bono, por cierto). En aquellos tiempos de “bonanza” criticar la corrupción te convertía en un carca en contra del “progreso” y la “modernidad” y por supuesto te restaba votos. En 2008, ya en plena crisis, el bipartidismo tuvo sus mejores resultados e IU los peores. Hoy, cuando se ha demostrado que IU tenía razón (sobre todo en dos cosas: Unión Europea y burbuja inmobiliaria), cuando una parte importante del pueblo español ha asumido (sin saberlo) parte del discurso de IU, vemos dos cosas curiosas: primero, que hay personas que hace tres días claudicaban ante el bipartidismo y sus desmanes y hoy se erigen como los representantes de la verdadera indignación e incluso, algunos, como los salvadores de la patria; segundo, que a pesar de que haya sido IU, y solo IU (a pesar de errores y horrores), quien haya mantenido de manera ininterrumpida la bandera de la Dignidad, ésta sufre los mismos ataques o incluso a veces más que el propio bipartidismo y, por supuesto, cómo olvidar, el poder económico y financiero siempre a la sombra.
En fin, no es día de grandes fábulas, citas o metáforas. Es día de repetir que la unidad es necesaria y todo eso, pero a mí me tienen que permitir decir que no hay en España un político con la honradez y la humildad de Cayo Lara y que ese orgullo, el de compartir trinchera, no me lo va a quitar nadie. Nunca ha sido ni el más carismático ni el mejor orador, pero en tiempos líquidos de discursos vacíos e individualismos cesaristas, que en 2011 pudiera votar una lista encabezada por Cayo Lara me llenó y me llena de orgullo (de clase).